sábado, 1 de junio de 2013

El Profeso y el Grial

Cuando ya he alcanzado aproximadamente la mitad del libro, ha llegado el momento de ofrecer una muestra de la misma a los lectores de este blog. La novela histórica terminada será la novena entrega de la saga.

Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por quienes os ultrajan y os persiguen. (San Mateo 5:44)

La cita del Evangelio según San Mateo es muy oportuna, ya que ninguna de las enseñanzas de nuestro señor Jesucristo se cumple en la cruzada contra los cátaros. La Iglesia de aquel tiempo olvidó conscien- temente este texto sagrado. ¿Por qué? Esta novela, novena de la saga el Profeso, abarca tres años de historia medieval y propone una explica- ción. Ambientada en el siglo XIII, va de una Sicilia bajo el dominio de Federico II, a la Europa del Sacro Imperio Romano donde se cruzan en la guerra y en la paz la Iglesia, el emperador, los caballeros del Temple, los del Hospital y la secta de los Asesinos. El sitio de Montségur es el  decorado de las primeras páginas, donde se hallas los hijos del Grial destinados a reconciliar las grandes religiones, según está escrito en un gran plan secreto por el que ellos serán los reyes que restablezcan la paz en la tierra. Con las tropas de Luis XI y del Papa Inocencio III viene el caballero de Justicia de la Orden de San Juan de Jerusalén Fray Gian Galeazzo Ruspoli, el personaje principal y cronista de los acontecimientos narrados en esta novela histórica. Fray Gian Galeazzo es testigo de cómo el Prieuré de Sion, una orden secreta al servicio del Grial, rescata a los hijos del Grial y hasta se ve involucrado en los hechos y obligado a favorecer la fuga.

Así comienza para Fray Gian Galeazzo una fantástica y peligrosa odisea que lo lleva en primer término a Marsella, donde los fugitivos le abandonan para refugiarse en el territorio de Federico II. Tras una serie de peripecias inolvidables, Fray Gian Galeazzo llega al palacio del Papa; vuelve a huir cuando se descubre que su disfraz de cardenal ya no le sirve; y se gana la confianza de un antiguo superior hospitalario, entonces al servicio de Federico II y vinculado al Prieuré que lo lleva a Bríndisi, donde vuelve a encontrarse con los hijos del Grial. 

Pero Clo y Maco tampoco allí están a salvo de los esbirros del papa, y la misión de ir dejando una pista falsa recae en Fray Gian Galeazzo, quien ha de atravesar toda Italia y alcanzar el sur de Alemania, en donde se unirá al nuncio papal el cual viaja de Lyon hacia el este para entrevistarse con el Gran Kan. El plan fracasa. Los elementos naturales no son propicios: en medio de una tormenta la comitiva queda diezmada, Fray Gian Galeazzo regresa a Bríndisi y recibe la noticia de que el papa ha derrotado en Lyon y depuesto a Federico II. La novela acaba en Constantinopla y no será aquí donde el editor revelará el desenlace, emocionante e inesperado. 

La historia y la ficción, ensambladas como rara vez se lo ha logrado en la literatura, cobran dimensiones de pantalla gigante. Pero lo sorprendente es que el complicadísimo intríngulis de tramas, propio de la época y generalmente incomprensible, cobra transparencia en manos de Carlo Emanuele Ruspoli, y el lector no pierde la ilación en ningún momento. Con técnicas narrativas cercanas a las de la cinematografía - no por nada Carlo E. Ruspoli es primo tanto del actor Bart cómo del productor Tao, ambos Ruspoli y hombres de cine - y procurando en todo momento mantener ordenadas las infinitas piezas de este juego entre macabro y apasionante, Carlo E. Ruspoli logra una de las novelas más estrepitosamente interesante de los últimos años, de lectura compulsiva y extraordinariamente amena.

Si nos preguntamos: ¿Conducen a Occitania las pistas de la leyenda sobre el cáliz de Jesucristo?
En ciertos círculos, la leyenda del Santo Grial, el cáliz empleado por Jesucristo en la Última Cena (en otras versiones, la copa en que José de Arimatea recogió la sangre de Jesús crucificado), proviene de Occitania en los tiempos del apogeo cátaro. En esas tierras se daba el nombre de grazal, o grasal, a un vaso de piedra, palabra que derivó en grial en el ciclo de caballería Parzíval, uno de los más grandes poemas medievales, escrito por el alemán Wolfram von Eschenbach (1170-1220) El nombre de Montsalvage que von Eschenbach da al castillo en que se guarda el Grial suena a occitano y el poeta comentó que la historia se la había escuchado a un tal Kyot el Provenzal, tal vez un trovador. Se ha llegado a afirmar que Parzival (Perceval, o Parsifal) refleja al vizconde Trencavel de Carcasona, de tal modo que los cátaros serían los depositarios del Santo Grial. 

También se ha dicho que el Grial formaba parte del “tesoro cátaro", trasladado desde Montségur a un lugar oculto de los Pirineos, Una de las últimas teorías, atribuible a los ingleses Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, es que el Santo Grial no era un objeto, sino un linaje. Procedería de sangre real (santo grial = sangreal), y corresponde- ría a la descendencia de Jesús (El enigma sagrado). En algunas novelas y ensayos de esoterismo se ha postulado, que los merovingios son descendientes de una supuesta relación entre Jesús de Nazaret y María Magdalena, quienes habrían tenido una hija, Sara, que migró desde Judea al sur de Francia, desde donde se habría desarrollado un linaje cu- ya estirpe llegó al poder del reino franco con los merovingios. Dan Brown obtuvo un éxito mundial con su novela el Código da Vinci, con esta teoría. Sin embargo el profesor de semiótica y famosos escritor italiano Humberto Eco ridiculizó esta creencia en su novela El Péndulo de Foucauld. 

Todo esto y tal vez mucho más en esa historia medieval de guerras, intrigas, traiciones, lujuria, venganza, amor, religiones, batallas con el Profeso como gran protagonista, disfrazado esta vez de fraile capellán Sanjuanista, precisamente su Orden.   



La historia y la ficción, enlazadas como rara vez se logra en la literatura, cobran dimensiones de pantalla gigante. Pero lo sorprendente es que la dificultad y la complejidad de las tramas, propio de la época y habi- tualmente incomprensible, cobra transparencia en manos del autor. La acción, que rodea a Fray Gian Galeazzo Ruspoli durante tres años del siglo XIII, fluye entre Occitania, Francia, Italia, Sacro Romano Imperio, Tierra Santa e Imperio Bizantino. 

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