SINOPSIS
Mientras la peste negra devastaba Europa, los ciudadanos apartaban los ojos de la tierra y miraban hacia el cielo con desesperación. Algunos, los más inclinados hacia el pensamiento filosófico, intentaban encontrar ahí los secretos de la existencia, aquello que les permitiera desentrañar los grandes misterios de la vida; otros, los más pobres, tan sólo buscaban aliviar su sufrimiento.
Y fue así como la rígida doctrina religiosa de la Edad Media empezó a perder su poder y fue reemplazada por el estudio de las grandes civilizaciones de la Antigüedad. A medida que la sed por las Cruzadas empezó a disminuir, los héroes del Olimpo renacieron y sus batallas volvieron a ser libradas. Fue así como los hombres le dieron la espalda a Dios y la razón volvió a reinar.
Aquéllos fueron tiempos de grandes logros en la filosofía, en el arte, en la medicina y en la música. La cultura floreció con gran pompa y ceremonial, pero los hombres tuvieron que pagar un precio por cerrar sus corazones a Dios. Las viejas leyes se rompieron antes de crear otras nuevas que las suplieran. El humanismo, aquel giro desde el estricto cumplimiento de la palabra de Dios y la fe en la vida eterna hacia el «honor del hombre» y la búsqueda de recompensas en el mundo material, supuso, en realidad, una difícil transición.
Entonces, Roma no era una ciudad bendita; era un lugar sin ley. En las calles, los ciudadanos eran asaltados y sus hogares saqueados, las prostitutas campaban a sus anchas y cientos de personas morían asesinadas.
El país que conocemos como Italia aún no existía. Dentro de los límites de la «bota», el destino de cada ciudad era regido por rancias familias, reyes, señores feudales, duques u obispos. En lo que hoy es Italia, los vecinos luchaban entre sí por sus tierras, y aquellos que lograban la victoria siempre se mantenían en guardia, al acecho de la siguiente invasión.
Las potencias extranjeras, siempre ávidas de conquistas, suponían una constante amenaza para los pequeños feudos de Italia. Los soberanos de España y Francia luchaban por ampliar sus fronteras y los turcos amenazaban las costas de la península.
La Iglesia y la nobleza se disputaban el poder. Tras el Gran Cisma, cuando la existencia de dos papas dividió la Iglesia y redujo de forma dramática sus ingresos, la restauración de un único trono papal en Roma auguraba una nueva etapa de esplendor para el papado. Más poderosos que nunca, los líderes espirituales de la Iglesia sólo debían enfrentarse al poder terrenal de los reyes y los señores feudales. Y, aun así, la Santa Iglesia vivía sumida en una constante agitación, pues la corrupción se había asentado hasta en las más altas esferas del papado. Ignorando sus votos de castidad, los cardenales visitaban asiduamente a las cortesanas e incluso mantenían varias amantes al mismo tiempo. Los sobornos estaban a la orden del día y los clérigos eximían a los nobles de sus deberes para con Dios y perdonaban los más atroces pecados a cambio de dinero. Se decía que en Roma todo tenía un precio; con suficiente dinero se podían comprar iglesias, perdones, bulas e incluso la salvación eterna.
El segundo hijo varón de cada familia era educado desde su na-cimiento para la vida eclesiástica, tuviera o no vocación religiosa. La Iglesia ostentaba el derecho de coronar reyes y conceder todo tipo de privilegios terrenales, por lo que no había familia aristocrática en Italia que no ofreciese cuantiosos sobornos para conseguir que alguno de sus miembros ingresara en el colegio cardenalicio.
Así era la vida en el Renacimiento. Así era el mundo del cardenal, luego papa, Rodrigo Borgia y de su familia. En pleno Renacimiento, Fray Gian Galeazzo Ruspoli y su hija Ginebra deciden esta vez viajar para ayudar y desenredar algunas de las maquinaciones e intrigas de los Borgia, durante al papado de Alejandro VI. La familia Ruspoli vive aún en la Toscana, entre Siena y Florencia, y no ha recalado todavía en Roma, por lo tanto no se producen rivalidades con las grandes familias romanas. Teniendo en cuenta que los Borgia y los Ruspoli estarán entroncados en otra época, Gian Galeazzo, ayudado por su hija, crea el enlace oportuno para convertirse en un buen aliado de los primeros. Entonces, establecen y regentan una librería que se convierte en el centro de las tramas de Roma. La institución se convierte en un símbolo del clan español de los Borgia, que gobiernan la ciudad con mano de hierro. Las grandes familias romanas que conspiran para conseguir la caída del Papa y de tres entre sus ambiciosos hijos Juan, César y Lucrecia, consideran la librería como uno de los objetivos a destruir. Gian Galeazzo y Ginebra son sobriamente felices a pesar de las traiciones, complots, adulterios, guerras y asesinatos que les rodean y que intentan resolver. Sin embargo Juan Borgia, un joven que detiene el poder delegado por su padre, y que no acepta negativas se encapricha de Ginebra. A partir de ese momento, padre e hija deberán enfrentarse al poder de sus protectores, los Borgia, para salvar su dignidad. Este es el inicio de unas gestas que llevarán a Gian Galeazzo a luchar junto al Gran Capitán por la conquista de Nápoles; a convertirse en fraile para derrocar a Savonarola en Florencia; a salvar la vida de un hijo de César Borgia; a luchar contra naves corsarias en el Mediterráneo y finalmente a enfrentarse a la Inquisición y a la peste en Valencia.
En el siglo XVI Valencia perdió la posición hegemónica que había tenido en la centuria anterior. El descubrimiento de América cambió los ejes de la política internacional y la llegada masiva de plata indiana transformó la escala de las cosas. Valencia quedó como capital regional de un comercio que mayormente ya no se negociaba en su lonja.
La entrada de Valencia en la época moderna estuvo marcada por un hecho traumático: la revuelta de las Germanías, una verdadera guerra civil que enfrentó a la sociedad valenciana: de una parte, los artesa-nos y labradores, el bajo clero y algunos miembros de la pequeña burguesía, y de otra la nobleza y el alto clero con sus vasallos moriscos y la burguesía bien estante. Tras una primera etapa (1519-1520) en la que la Germanía se hizo con el control de la ciudad y estableció acertadas medidas de gobierno, el proceso se radicalizó. Las tropas agermanadas alcanzaron en un principio algunas victorias militares, pero finalmente fueron derrotadas y sus líderes pasados por las armas, llevándose a cabo una severa represión.
Desde finales del siglo XV operaba en Valencia el tribunal de la Inquisición, cuyo principal objetivo es la persecución de los judíos con-versos que seguían practicando en secreto su antigua religión. En pocos años el Santo Oficio consiguió crear un clima de terror en la ciudad, en particular sobre la comunidad judía, al actuar sobre destacados miembros de la sociedad, como la familia del humanista Lluís Vives.
Las ideas humanistas y las corrientes estéticas renacentistas que bullen en Europa llegaron a Valencia por estos años, pero fueron cultivadas tan sólo dentro del restringido circulo cortesano vinculado a la corte virreinal y no llegaron a calar en la sociedad. Por otro lado, a las ideas religiosas protestantes se les contrapuso la ideología contra reformista, postulada por personajes de la talla del patriarca Ribera, pro-motor del Colegio del Corpus Christi. En el plano cultural, la ciudad vivió un proceso de castellanización, especialmente alentado por la corte virreinal de Germana de Foix. Importantes obras literarias se tradujeron a esta lengua, como El Cortesano, de Lluís Milà, o la Historia de Valencia, de Antoni Beuter.
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