El Profeso y la monja
Libros
Tras quedar entre los finalistas del premio Alfonso X el Sabio, he decidido publicar mi novela,
en formato digital, a través de uno de los mayores portales del mundo: Amazon.com
En esta dirección podéis bajar, por muy poco dinero, una versión Kindle del libro.
Sinopsis: En pleno verano de 1355, una joven monja llamada Hyacintha muere víctima de las fiebres de la ciudad de Beverley , siendo enterrada inmediatamente por medio a que se extienda la peste. Un año más tarde, una mujer que afirma ser la monja Hyacintha resucitada, aparece en público pregonando historias delirantes sobre milagros y reliquias. Tras la aparición de esa atormentada figura acontecen una serie de muertes misteriosas y el arzobispo de York, intranquilo, le pide al comendador de la Orden de San Juan de la encomienda local un investigador que pueda explicar los hechos. El comendador se pone en contacto con Fray Gian Galeazzo Ruspoli para solicitar nuevamente su ayuda, siendo la persona más adecuada para investigar resolver los misterios. Desde el principio, imaginé a Hyacintha como un personaje ambiguo, según el modelo de María Magdalena. Tal como la describe Susan Haskins en María Magdalena: mito y metáfora, la santa había evolucionado de discípula y amiga de Cristo a prostituta arrepentida que sufrió una larga penitencia como eremita en el desierto: de hecho, en el siglo XlV las referencias a María Magdalena, la María de Marta y María y la prostituta que lava los pies de Cristo habían sido combinadas en un único símbolo y la María Egipcíaca del siglo V también había sido incluida en la mezcla. Es la Magdalena de la medalla que pierde Hyacintha en la primera escena, un regalo del hermano que adora. La medalla es un talismán de la buena suerte. Sirve como recordatorio de que un personaje como Hyacintha no puede ser analizado en términos modernos; su creencia en el poder protector de la medalla es parte de su fe. Lo mismo puede decirse del remordimiento de Hyacintha por haber robado una parte de la leche de la Virgen del convento. San Agustín se jactaba de tener tal reliquia, muy popular en una época de gran devoción a la Virgen María y el pueblo creía en el poder de esas reliquias, por las que hacía peregrinaciones para recibir la gracia. Fray Gian Galeazzo, quien ya colaboró anteriormente en aquella región con el anterior duque de Lancaster, esta vez acompañado por su hija Ginebra, con la que se ha establecido temporalmente en York , comprando una casa con jardín para hierbas medicinales y creando una nueva botica para devolver la salud al pueblo, acepta el encargo del arzobispo y ni corto ni perezoso se desplaza a Leeds para entrevistarse con el espía del rey Eduardo, Charles Douglas, quien le pone sobre la pista de un grupo de soldados mercenarios sospechosos de intentar traicionar el rey por encargo de la poderosa familia Wentworth. Mientras tanto, Ginebra Ruspoli procura que la monja le explique la verdad y le confiese el terrible secreto que compartía con su hermano.
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